*Fe*


Creamos nuestro círculo de fidelidad, bagaje de fe, desde la cuna o incluso antes, en cualquier ámbito que contemplemos sin orden ni concierto. 

Confiamos, es decir, tenemos fe en que el médico que nos atiende ha estudiado lo suficiente para sanarnos. Vamos de vacaciones y confiamos otra vez en que el piloto del avión sabe pilotar y nos llevará sin causar un desastre. La fe nos hace atrevernos a atravesar un puente sin mirar cuántos kilos de carga soporta. Asimismo, nos hace tener la certeza de que el coche que conducimos irá recto y pagamos por él con esa confianza. 

Sin corroborar que todo lo que utilizamos está bien preparado y no provoca accidentes o infortunios, consumimos las cosas que nos ofrecen fabricantes, médicos, abogados, curas y tenderos. 

Si nos trasladáramos a un lugar sin electricidad, sin modernidades, sin tiendas ni productos terminados a la venta, deberíamos, seguro, probar que lo que vamos a comer no nos va a perjudicar. En suma, la prosperidad de los tiempos que vivimos nos ha traído un paquete de fidelidad pegado a cada uno de los productos y servicios.

Coca-Cola comenzó a venderse en las farmacias y una vez ganada nuestra confianza hace de nosotros lo que le viene en gana.

La mayor empresa del mundo,  la iglesia, vende fe, pero recoge monedas y propiedades, y ahí es donde me tiene pillado el meñique del pie. No lo acabo de ver. La verdad es que desconfío de su producto estrella.

Vamos a confiar en que vengan tiempos mejores.

De todas formas, el tiempo geológico lo curará todo, confía, porque no estarás para verlo.

Confía en ti mismo.

Confía en eso, al menos. No seas descreído.

*B.M.*


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