*Al rescate*


 Conocemos a un hombre que vuelve y se refugia casi espiritualmente en el pueblo, donde ha vivido muchos años de su vida y lleva una existencia tranquila; lleva en su ánimo, la edulcorada visión de una sociedad idílica marcada por el punto de vista de su padre, que todo lo perdonaba y a todo el mundo quería ayudar y de hecho a todos ayudaba. 

Cae en la cuenta de que conoce a casi todo el mundo. 

Crea una idea y con ella una asociación para rescatar del despropósito del obispo, de dejar perder derruida, la pieza, una de las piezas más antiguas de los inmuebles de algún valor del pueblo. 

Parece ser que poco a poco va encontrando gente interesante e interesada en ayudar y otros que están acomodados en nada y en nada viven. 

Solo importan los que se preocupan por algo más que lo es de ellos mismos. 

Nadie te regala nada, ni la amistad, ni el dinero, ni los almuerzos, ni la ayuda, ni la compañía.

No debes sentar a tu  mesa a nadie que no sea de tu gusto o que venga a reforzar lazos o a aunar esfuerzos.

Ahora ya no es la hora de quedar bien. Es hora de hacer cosas que permanezcan para el mañana. 

Si alguien no se mueve, si no nos movemos, se perderán los vestigios del pasado en el olvido, y no debería ocurrir.

*B.M.*

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