*Proust*


 *Proust*

Se llama anosmia a la pérdida del sentido del olfato, cosa muy cruel, porque si consideramos la “Magdalena de Proust” como base de la obra del autor, y las trescientas palabras más conocidas, las que conforman el relato del recuerdo que trae a la memoria del autor, el olor de una magdalena mojada en té; esa sensación le evoca, emociones olvidadas, recuerdos y vivencias de todo tipo, es un fenómeno reflejo y automático. El olfato y la memoria están relacionadas porque las emociones y el procesamiento de los olores están en la misma zona del cerebro. 

“À la recherce du temps perdu”,  es una de las obras cumbres de la literatura universal. 

El efecto Magdalena de Proust, que aparece en el segundo libro, nos trae los recuerdos del pasado de forma inconsciente e involuntaria. A mí me ocurre con la asociación del petricor -el olor a tierra mojada- los hechos y personajes de todo tipo de mi vida, vienen a mi, lo mismo me ocurre con el olor a trementina y al olor de los pinos piñoneros. 

He sido ciclista aficionado con muchas horas de rodaje y, aún hoy recuerdo con lucidez los recorridos por donde los olores eran a pino y a tierra mojada. Es agradable recordar el paso por Benitandús, por Sueras, Ahín y por toda la zona de la Sierra Espadan, con certeza esa sensación me daba un plus de fuerza, siempre he pensado, después de conocer el efecto Proust, que si pudiéramos provocarlo, tendríamos un añadido de bienestar al realizar ejercicio, trabajar, escribir o relajarnos. 

La iglesia, que ha tenido mucho tiempo para pensar y actuar, provoca en nosotros sensaciones con el óleo sagrado y con el incienso. En las catedrales e iglesias, cuando no había televisión e iba la gente y, los jabones no actuaban erradicando los efluvios corpóreos suficientemente, se perfumaba, con botafumeiros, el aire de los recintos, con olor de flores e inciensos, indirectamente el olor te recordaba amigos o familiares o pretendidas novias o novios. Olores asociados a bienestar y placer.

-¿Te imaginas si nos hubiera dado por leer en las iglesias, con el incienso, calentitos y con amigos,  la de recuerdos que vendrían a nuestras mentes ahora? 

-¿A qué catequesis vas? 

-Estoy ahora en la del Ulises de Joyce. 

-Uy,  pues yo voy a la de Un mundo feliz de Aldous Huxley. 

-Estupendo! Que bien!

De haber sido así las cosas, seguramente, esos curas, hubieran quemado los libros o hubieran cobrado la entrada, bueno, eso ya lo hacen.

*B.M.*

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